Dan Levin / The New York Times
PINGYI, China.- Esta ciudad industrial de China es muy conocida por la debilidad que tienen sus habitantes por comer cigarras fritas. Sin embargo, hay mejores motivos para que sea famosa: paleontólogos afirman que alberga la colección de fósiles de dinosaurios completos más grande del mundo. Es más, muchos de esos fósiles muestran evidencias contundentes de que tenían plumas. Las pruebas que fueron apareciendo en los últimos años sobre que algunos dinosaurios eran plumíferos han transformado radicalmente el conocimiento científico de la transición evolutiva de los dinosaurios a las aves.
En el Museo de la Naturaleza Tianyu -el más grande del mundo según el libro de récords Guinness- hay más de 1.100 dinosaurios fosilizados, 2.300 especímenes de las primeras aves y miles de otros restos petrificados (incluido un tronco de árbol fosilizado de 38 metros de largo, otro récord reconocido), que atraen a los paleontólogos de todo el planeta.
“Es un museo increíble, como ningún otro”, afirmó la paleontóloga estadounidense Jingmai O’Connor, de 32 años, que se especializa en los orígenes de las aves. “Podemos poner a prueba una hipótesis aquí y lo grandioso es que podemos verificarla porque hay demasiados especímenes”.
La extensa colección es testimonio de la creciente importancia de China como fuente de los descubrimientos paleontológicos que están haciendo avanzar el conocimiento sobre las eras prehistóricas de la Tierra. Por otra parte, esta situación también echa luz sobre las turbias complejidades que acompañaron el auge de la China en fósiles debido a un exceso de falsificaciones que eran fabricadas por vendedores poco escrupulosos. De estos descubrimientos no hay dudas, porque fueron verificados, y por esa razón terminaron en el museo, que fue fundado en 2003.
“Huesos de dragón”
Hace alrededor de 120 millones de años, la mayor parte de lo que ahora es China era tierra árida. Pero el noreste, un frondoso terreno de lagos y volcanes, resultó ideal para la preservación veneraba los llamados huesos de dragón que encontraban mientras araban el suelo. Bajo Mao Zedong, se tomó nota de los fósiles durante la búsqueda de petróleo y gas, pero no se los estudió.
“No se necesita hacer demasiado para extraer fósiles en China”, explicó Wang Xiaoli, profesor de paleontología que fue citado al museo para examinar su colección. “Cuando el viento sopla, se revelan solos”, agregó.
Mientras la economía de mercado se arraigaba en China en los años 80 y 90, los campesinos se dieron cuenta de que podían ganar pequeñas fortunas vendiendo sus descubrimientos a funcionarios gubernamentales, museos y paleontólogos extranjeros, particularmente si podían ofrecer especímenes completos. Fue así como abundaron las falsificaciones y las alteraciones de fósiles reales: por ejemplo, armaban un animal con huesos de especies diferentes, y donde faltaba un pedazo de hueso, lo aumentaban con barro.
En 1999, un fósil chino del cual National Geographic afirmó que era un verdadero eslabón perdido entre los dinosaurios y las aves resultó ser un fraude. Más recientemente, un paleontólogo chino estimó que más del 80% de los especímenes de reptiles marinos exhibidos en museos de China han sido alterados. Cabe señalar que en China, el tráfico de fósiles no es considerado un delito de contrabando grave.
A modo de ejemplo: en julio último, la Policía confiscó en una vivienda de una localidad del sur de China 213 huevos de dinosaurio fosilizados. Los aldeanos habían saqueado un sitio de construcción. También hallaron el esqueleto completo de un Psittacosaurus, que vagó por la Tierra hace 100 millones de años.
Claro que los fraudes pueden diferenciarse con facilidad de los fósiles auténticos. Y estos últimos siguen revelando indicios fascinantes sobre los dinosaurios, las primeras aves y los mamíferos primitivos.
“Ala extraña”
Muchos descubrimientos se llevaron a cabo basándose en estudios de la colección del Tianyu. Tal es el caso de un pequeño dinosaurio parecido a un murciélago que podría haber volado o planeado sin plumas, conocido como Yi qi, o “ala extraña”, según reportó la revista “Nature” en abril de este año.
Estos logros enorgullecen a Zheng Xiaoting, el director y fundador del museo. “Los amo a todos”, dijo de los fósiles”.
En la China moderna se ven cada vez más hombres como Zheng, entusiastas autodidactas que repentinamente cuentan con el dinero para financiar sus obsesiones.
Zheng tiene 62 años. Desertó de la escuela a los 16 años trabajar en fábricas de textiles. A principios de los 90, mientras administraba una mina aurífera operada por el Gobierno, descubrió su amor por los dinosaurios. Lo que era un pasatiempo se convirtió en el museo. Zheng contó que la institución, que consta de tres edificios con 28 salas de exhibición, era propiedad del Estado, y requirió una inversión de 61 millones de dólares para ponerla en condiciones. No aclaró de dónde provino el dinero. Simplemente señaló: “Sentí que tenía la obligación de proteger los fósiles para la ciencia”.
Zheng rechazó las acusaciones que le hicieron algunos paleontólogos respecto de que compraba los fósiles, una práctica prohibida desde 2008. “La gente nos dio los fósiles voluntariamente”, aseveró. Aunque admitió que hizo pagos a los donantes como una forma de recompensarlos por su actitud.
El director del Museo informó que menos del 3% de los especímenes que había adquirido antes de 2008 estaba alterados y que la mayoría fue regresada a sus dueños. “Ya casi no hay falsificaciones en nuestra institución”, aseguró.